Abuelas, Shamanas y Comadronas es un homenaje y una recuperación de la forma en que los poderes de la naturaleza se manifiestan en las mujeres. Podría decirse que a través de estas formas y colores intento construir una estructura orgánica en donde las mitologías, las leyendas, mis sueños y mis deseos se vierten en el río de las experiencias que han quedado invisibles en la naturaleza colectiva para poder descodificarlas, descifrarlas e incorporarlas a mi comprensión de la realidad.
Estas son mis imágenes primordiales, las inventadas y las aprendidas, mis conexiones con lo que no está bajo el control de la conciencia. Son ríos de energía, de fuego, son serpientes, códigos genéticos, son formas ancestrales que escriben las direcciones del viento y el color del aire y registran el paso suave y sigiloso de los felinos entre las junglas de la lluvia o las hojas secas del verano amarillo marrón. Todo ello me estimula y me expande el instinto.
Traigo a la memoria la presencia de mujeres que me han forjado, mi abuela Adelina de la que solo recuerdo sus delantales largos y blancos, la abuela Lupe a la que nunca conocí, a las parteras de Sardinal; Sarita Gutiérrez, Veneranda Mendoza, Reina Gallo, Mariana Escobar, Alba Centeno Mejía curandera y bruja, temida pero admirada por su independencia y su seguridad personal y a la Angelita Juárez, madre de diez criaturas, mi madre, jardinera sabia, novia de la tierra, conversadora vegetal, chispa primera y última de las historias que moldean la carne y el aliento que me mueve.
A través de estas pinturas descubro lenguajes que no puedo explicar con palabras, por eso los pinto, mas parecieran mándalas infantiles, juegos de mesa de alguna niña olvidada que no tuvo juguetes de las tiendas pero que se los inventó para mantener por siempre viva la certeza de que todo lo vivido es una gloria y un desafío mágico que aún no pueden explicar las tablas de medición digital; es una espiral de Fibonacci, una raga védica o un fractal en crecimiento eterno.
Guadalupe Urbina