Guadalupe Urbina y el Cancionero Tradicional Anónimo de Guanacaste

LA MEMORIA SONORA DE UN PUEBLO INVISIBLE

Mi trabajo de búsqueda de mis orígenes se remonta a los años 80, cuando en compañía de Javier Martínez, Judy Blanquenship, Hernán Gutiérrez, Fresia Camacho y Lilliana León, nos lanzamos a la aventura de conocer al Guanacaste profundo y sus expresiones culturales. No éramos etnóloga-os, ni teníamos postgrados en etnomusicología, nos movía la pasión por la aventura y la magia de encontrar aquello que sospechábamos pero que estaba olvidado por los caminos de polvo y sol y por la “invisibilización” intencionada de una política educativa con sesgos racistas.

En nuestro equipo cada persona tenía un interés y un aspecto que le interesaba conocer: la música y la tradición oral, la organización social, la medicina tradicional, las narraciones orales, la fotografía como testimonio y relato de la historia de vida de los pueblos de las tierras bajas y la costa guanacasteca. Y fue así como me llegó la conciencia de la negritud.

La conciencia de la presencia africana en nuestra cultura y en nuestros genes no es algo que descubrí a través de los estudios de la historia sino que fue a la inversa. Ver los rostros de muchas personas de toda la provincia, escuchar canciones viejas en boca de la gente “vieja” con las cuales me sentía identificada, sentir que esas canciones eran mas parte de mi que las canciones que se denominaban “el folklore oficial”, fueron hechos clave que me hicieron preguntarme si mi gente y yo estábamos representados en esas manifestaciones. Tampoco llegué al cancionero con fines de investigación “profesional” puesto que no tengo la preparación académica para llamarme etnomusicóloga.

Este fue un proceso muy particular, en donde una cantora y compositora  enamorada de su cultura y de su gente, decide buscar canciones que la representaran aunque estas no fueran consideradas dentro de la lista oficial del folklore. Y es así como llego a las canciones mas viejas, muchas de ellas anónimas, muchas de ellas conectadas con el resto de países de la América Latina toda, porque tenemos un común denominador: los mismos conquistadores y casi los mismos procesos colonizadores. Así que podría decir que esas canciones me llevaron a la conciencia de la negritud y de ahí en adelante me tocaba buscar información que le diera sustento a mi conciencia para poder compartirla con otras personas. Así llegué a otra conciencia y es la de que ya antes que yo, las y los académicos habían realizado estudios que demostraban aquello que no se puede tapar con un dedo, como el sol. Y es eso lo que hace mas fácil mi misión de compartir con ustedes la experiencia del cancionero tradicional anónimo, en la mayoría de los casos con un fuerte componente rítmico que solamente tiene asidero en la cultura africana que hoy forma parte de el porcentaje mas alto de nuestra condición genética y cultural.

El discurso histórico oficial -desde el siglo XIX- había empezado a definir a la sociedad costarricense como blanca􏰅, minimizando el componente indígena y negando el aporte africano. Plantea no solo que era blanca, de origen español, sino que también opuesta y distinta al resto de Centro América en donde reconocían la presencia indígena. Entre más blanco más cercano a lo europeo, más “civilizado”, por lo que a la hora de visualizar y reconstruir el pasado muchas de las historias narradas anteriormente desaparecieron.

Y ahora voy a decir algo sobre nuestra historia que puede herir sensibilidades: la historia que se nos ha enseñado hasta ahora está muy lejos de la realidad demográfica guanacasteca, porque en lugar de sumar la riqueza de la africanía y los aportes de esta a nuestra cultura en general, estos hechos e informaciones se ocultaron y se inivisibilizó a la población afrodescendiente, al punto de que hoy, siendo mayoría, no sabe reconocerse a si misma.

¿Cómo es eso posible cuando no se puede tapar el sol con un dedo?  Pareciera no serlo, pero el peso de lo que podríamos llamar una esencialización y folklorización de la provincia, transmitido a través de las estructuras educativas hicieron posible que estuviéramos ciegos ante la evidencia histórica. Con ello  perdimos la conciencia de nuestra diversidad cultural y de los diversos orígenes étnicos de nuestra población. Pero ya no podemos seguir siendo partícipes del despojo de nuestra propia historia. Basta con que echemos un vistazo a nuestros rostros para constatar que además de nuestro ancestro indígena y blanco también está impreso en nuestro cuerpo y nuestra cultura el ancestro negro y que eso en lugar de restar suma, suma riqueza cultural y étnica.

Para muestra acá podemos leer este texto de Díaz (1997):
Guanacaste es una región con historia propia desde el siglo XVI, fue poblada originalmente por aborígenes, los cuales contribuyeron de manera significativa a a forjar su propia identidad. Sin embargo, la población indígena fue disminuida por los colonizadores, porque los sometieron a trabajos muy fuertes... La colonización destruyó la cultura aborigen pero, pese a la actitud del español y el criollo, los chorotegas lograron sobrevivir y mantener varias de sus poblaciones. (p. 12).  Acá se puede ver claramente que pareciera que fuimos siempre y durante toda la colonia una población indígena homogénea, sin rastro de raíces africanas.
Y otro ejemplo es el himno de de la Anexión del Partido de Nicoya, escrito en la primera mitad del S. XX que no hace ninguna referencia a nuestro orígen afrodescendencia, cuando para esa época la mayoría de la población era afrodescendiente:    “tienes tu toda el alma de Iberia
y el altivo valor Chorotega.”

Nada ha sido mas grato que poder reconocer a quienes habían estado o habíamos estado allí desde hace ya varios siglos y además encontrar su banda sonora y poder sacarla a la luz del sol. Crear el II Volúmen del Cancionero Tradicional Anónimo del Pacífico Noroeste, titulado “SONES AFROMESTIZOS DE AMOR Y DE HUMOR” es un reto que a veces me asusta, pero de esa misma manera me entusiasma. He empezado revisando y actualizando  información con las organizaciones locales y otras personas informantes de las comunidades. Mi mayor deseo es que algún día este material, que es memoria histórica, sea escuchado, cantado, coreografiado, además de amado, respetado, proyectado por la propia cultura, y le confieran a ese tesoro que es patrimonio tradicional intangible (lenguaje y rito) el valor que por su antigüedad, su diversidad cultural y funcionalidad merece.

Haber retornado a algunas comunidades a las que no visitaba desde hace mas de 25 años ha sido muy emotivo e impactante, porque ahora regreso con lo aprendido y con muchas respuestas a todas las preguntas que me hacía entonces. Ahora capto con mucha atención esos rostros, ahora ya se de donde vienen, ya se porque esos colores de piel, esos ritmos, esa marimba, ese quijongo y esa mezcla indoblanquinegra de los cantos mas viejos. Traigo en las sandalias el polvo de Sardinal, de Ortega, de Nambí y de Portegolpe para esparcirlo por todos los caminos en donde vaya, para compartir las canciones viejas de una raza nueva.

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